Todo lo que no sea puramente “natural” y que implique una intervención externa en materia reproductiva requiere de un trabajo de procesamiento mental. Más en este caso en que la gestación se desarrolla externamente. Lo normal es que de inicio nos cause cierta aprensión e incluso rechazo. Pero al entrar en conflicto esta reacción con el fuerte deseo de tener un hijo necesariamente pasamos a valorar otras opciones y acabamos aceptando en la mayoría de las ocasiones aquella alternativa o técnica que dé solución a nuestro problema.
Además de la reacción que nos genere la técnica en si misma, luego intervienen en el proceso de aceptación psicológica los “mandatos internos” culturales, familiares, el posible “estigma” de no poder gestar, el tener que explicar a terceros… que añaden más dificultad al tema.
En cuanto al niño, estos suelen integrar los sucesos vitales en función de cómo se lo presentan sus allegados. Si los padres lo explican con naturalidad y centrándose en la alegría de su nacimiento, el niño no lo va a vivir negativamente. Los niños nacen como libros en blanco y somos nosotros quienes escribimos en ellos.